martes, 12 de mayo de 2009

CHACAO CONSERVA SU AROMA A CAFÉ

En el casco central se esconden locales que tienen 50 años colando aromáticos


El Café Sucre se ha convertido en un punto de encuentro de la comunidad italiana. El local tiene 62 años de historia y un centenar de años de experiencia entre su clientela (Gil Montaño)

Pasan inadvertidos. Entre tantos comercios nuevos, ciber y tiendas de ropa, prácticamente los cafés de Chacao quedaron relegados al olvido. Como meros espacios viejos, que aún conservan esa imagen que los caracterizaba en los años 50. Como reductos del pasado... Quizás algunos se preguntan por qué siguen en pie. Pues, por la persistencia de sus dueños, que se niegan a que muera la tradición. Y por la fidelidad de esos clientes, que se resisten a tomarse un "expreso" que no sea italiano.
En el casco central, sobreviven al menos cuatro. Cuando se entra en alguno, uno siente que el tiempo inexplicablemente se detiene. Las repisas del Café Bruna, por citar un caso, están llenas de latas de extintas cervecerías. Y las paredes exhiben recuerdos de los mundiales de fútbol de otras épocas, como un reloj alusivo a Italia 82 o una réplica de la Copa del Mundo.
Observar a su dueño, Bruno Mastrangioli, trabajar detrás del mostrador es casi como ver a un maquinista operar una locomotora. Con destreza, maneja su vieja máquina: carga el mango con café molido, enciende el paso de agua para obtener un colado y gira la manilla para dejar salir el vapor, al tiempo que saluda a sus clientes, que lo llama por su nombre.
Desde su puesto en la barra, Bruno ha visto transformar al municipio y, sobre todo, a su gente. "Estoy aquí, desde que existían buhoneros en Chacao. En ese entonces, no había tantos edificios. Y la calle era más pequeña. Hay gente que pasa por aquí después de tiempo y me dice: '¡Bruno, estás aquí todavía!' (risas). Y la verdad es que yo no sé hacer otra cosa. Todo lo aprendí aquí. Y no me hallo en otra parte que no sea Chacao".
Sin ánimos de ser pretencioso, asegura que su café sabe diferente al resto de los demás por el cariño con que lo hace. Y ese parece ser el secreto que mantiene enganchado a sus clientes, por más de tres décadas. "Desde 1975, vengo a tomar café aquí", confiesa José Briceño. "Porque está bien hecho y, sobre todo, por la atención que uno recibe de Bruno. Por eso, aquí hay gente desde las 5:00 de la mañana esperando por su café".
Ese aroma a expreso italiano atrae a más de un inmigrante. Hasta el punto de que algunos de estos cafés se han convertido en sitio de encuentro de la comunidad. Si no, que lo digan los italianos que se reúnen a diario en el café Sucre -con apenas 62 años de historia- a charlar, a jugar cartas o simplemente a pasar el tiempo entre sus paisanos.
"Tengo 40 años viniendo", confesó Bartolomeo Erbetta. "Me acerco todos los días a pasar el tiempo, porque somos pensionados. Pasas el tiempo en algo familiar y con mucho viejito". "Son más de 30 años frecuentándolo", agrega Francisco Schimente. "Aquí, juegas un partido entre viejos, pasas un rato. E incluso, encuentras gente de tu mismo pueblo".
Los traspasos de una generación a otra han significado para algunos de estos locales una renovación obligada. "La Bursola" de hoy, por ejemplo, no tiene nada que ver con el lugar que existía en 1959. Su dueño Francesco Carlucci y sus hijos decidieron reabrirla hace poco con una imagen renovada. Eso sí, sin cambiar la oferta de dulces italianos que tanta fama le ha ganado. Ni eliminar de su "menú" el tradicional expreso, que, según Francesco, tiene un sabor indudablemente diferente.

mmorales@eluniversal.com
Mirelis Morales TovarEL UNIVERSAL


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