jueves, 14 de mayo de 2009

ARABICA COFFEE COMPANY. "BLEND" EXPRESO ITALIANO


Mezcla Expreso Italiano
del Arabica Coffee Company

El café que traje de Caracas es uno de los mejores -por no decir el mejor- que he probado hasta ahora.
En Arabica Coffee Company saben en lo que andan, saben que el grano de café debe ser molido según el tipo de cafetera que se tenga, saben de latte art, etc.
Yo pedí la "mezcla" Expreso Italiano, con un tueste oscuro y molido finamente para máquina de espresso.
Ofrece un café con buena crema, de un color brillante que habla también de la frescura del mismo.
Acá, una muestra de lo que he hecho con él.

Perfil de un espresso
Vista "panorámica" de dos espressi
Latte art: rosetta

miércoles, 13 de mayo de 2009

CARACAS EN CUATRO "ESPRESSI"

Hace poco he dado un paseo por Caracas. Como no podía ser de otra forma, visité algunos cafés e intenté fijarme en cómo preparaban el espresso. La verdad es que hubo contrastes: por una parte, hay cafés como el Miga's, con un local, un ambiente, que lo hacen sentir a uno cómodo, pero el café en sí, nada que ver. Después de hacer el pedido, me puse a un costado de la barra para fijarme en el proceso: en ningún momento el barista molió café ni nada, sencillamente dejó pasar agua a través del que ya estaba en el filtro; por supuesto, mi espresso no tenía crema alguna y sabía a quemado. Respecto a los cappuccini (americano e italiano), los sirvió en una copa de vidrio, no en la taza apropiada, y no tenían suficiente espuma como para ser un cappuccino.

Este fue el pedido en Miga's.

Algo parecido ocurrió en el café Olé. Mis anfitriones me hablaron muy bien del lugar y me creé buenas expectativas.
Apenas llegué, busqué con la mirada la máquina de espresso; vi con gusto que eran clientes de Buondi Caffè, me hacía pensar en que tendrían asesoría periódica sobre los equipos y el personal. Pero no, nada, otro espresso sin crema y casi "oxidado", si se me permite. Fue el único al que agregué azúcar (en Miga's intenté pero la gente a mi alrededor fue más rápida y no hubo para mí). Eso sí, el ambiente, con un jardín en el fondo, invita a descansar y todo eso...
Por otra parte, fui a un café del que sería, sin duda alguna, asiduo visitante si no fuera por el pequeño detalle de estar en otra ciudad alejada de la mía. Se trata de Arabica Coffee Company, todo un coffee house, donde reciben los granos verdes y ellos mismos se encargan del tostado. En el mismo local se puede ver la máquina. Siendo así, uno puede ir y comprar el café en granos o molido para el tipo de cafetera de la que se disponga (espresso, prensa francesa, greka, de filtro, etc.), y como los granos están en frascos bien identificados (finca, pueblo, estado, caracaterísticas...), podemos pedir la mezcla que más nos atraiga (para mí, ya eso es bastante). Pero además, son los primeros que he visto preparar café con latte art, lástima que sólo alcancé a pedir el respectivo espresso, al cual, por cierto, le faltaba un poco más de cuerpo, pero solo un poco; al menos éste sí que tenía la crema, pero se diluyó muy pronto; de todas maneras, de los tres que he mencionado, fue el mejor.
Y por supuesto, no me fui con las manos vacías: regresé con un poco de café, blend expreso italiano, para la casa. Luego comentaré sobre el mismo.

Vista de una parte de Arabica Coffee Company
desde unas escaleras

Por último, una buena conversación en la pastelería Danubio (Chacao). Acá pasó lo mismo que en Arabica: al espresso le hacía falta un poco de cuerpo, de crema. Éste no estuvo bien prensado. Según me comentaron, la barista molió el café y lo prensó (o "pisó") con el dispositivo que trae incluido el molino, es decir, que apenas si lo niveló, he ahí el error.
Bueno, es todo por los momentos, luego mostraré cómo me ha ido con el café del Arabica.
Saludos.

martes, 12 de mayo de 2009

CHACAO CONSERVA SU AROMA A CAFÉ

En el casco central se esconden locales que tienen 50 años colando aromáticos


El Café Sucre se ha convertido en un punto de encuentro de la comunidad italiana. El local tiene 62 años de historia y un centenar de años de experiencia entre su clientela (Gil Montaño)

Pasan inadvertidos. Entre tantos comercios nuevos, ciber y tiendas de ropa, prácticamente los cafés de Chacao quedaron relegados al olvido. Como meros espacios viejos, que aún conservan esa imagen que los caracterizaba en los años 50. Como reductos del pasado... Quizás algunos se preguntan por qué siguen en pie. Pues, por la persistencia de sus dueños, que se niegan a que muera la tradición. Y por la fidelidad de esos clientes, que se resisten a tomarse un "expreso" que no sea italiano.
En el casco central, sobreviven al menos cuatro. Cuando se entra en alguno, uno siente que el tiempo inexplicablemente se detiene. Las repisas del Café Bruna, por citar un caso, están llenas de latas de extintas cervecerías. Y las paredes exhiben recuerdos de los mundiales de fútbol de otras épocas, como un reloj alusivo a Italia 82 o una réplica de la Copa del Mundo.
Observar a su dueño, Bruno Mastrangioli, trabajar detrás del mostrador es casi como ver a un maquinista operar una locomotora. Con destreza, maneja su vieja máquina: carga el mango con café molido, enciende el paso de agua para obtener un colado y gira la manilla para dejar salir el vapor, al tiempo que saluda a sus clientes, que lo llama por su nombre.
Desde su puesto en la barra, Bruno ha visto transformar al municipio y, sobre todo, a su gente. "Estoy aquí, desde que existían buhoneros en Chacao. En ese entonces, no había tantos edificios. Y la calle era más pequeña. Hay gente que pasa por aquí después de tiempo y me dice: '¡Bruno, estás aquí todavía!' (risas). Y la verdad es que yo no sé hacer otra cosa. Todo lo aprendí aquí. Y no me hallo en otra parte que no sea Chacao".
Sin ánimos de ser pretencioso, asegura que su café sabe diferente al resto de los demás por el cariño con que lo hace. Y ese parece ser el secreto que mantiene enganchado a sus clientes, por más de tres décadas. "Desde 1975, vengo a tomar café aquí", confiesa José Briceño. "Porque está bien hecho y, sobre todo, por la atención que uno recibe de Bruno. Por eso, aquí hay gente desde las 5:00 de la mañana esperando por su café".
Ese aroma a expreso italiano atrae a más de un inmigrante. Hasta el punto de que algunos de estos cafés se han convertido en sitio de encuentro de la comunidad. Si no, que lo digan los italianos que se reúnen a diario en el café Sucre -con apenas 62 años de historia- a charlar, a jugar cartas o simplemente a pasar el tiempo entre sus paisanos.
"Tengo 40 años viniendo", confesó Bartolomeo Erbetta. "Me acerco todos los días a pasar el tiempo, porque somos pensionados. Pasas el tiempo en algo familiar y con mucho viejito". "Son más de 30 años frecuentándolo", agrega Francisco Schimente. "Aquí, juegas un partido entre viejos, pasas un rato. E incluso, encuentras gente de tu mismo pueblo".
Los traspasos de una generación a otra han significado para algunos de estos locales una renovación obligada. "La Bursola" de hoy, por ejemplo, no tiene nada que ver con el lugar que existía en 1959. Su dueño Francesco Carlucci y sus hijos decidieron reabrirla hace poco con una imagen renovada. Eso sí, sin cambiar la oferta de dulces italianos que tanta fama le ha ganado. Ni eliminar de su "menú" el tradicional expreso, que, según Francesco, tiene un sabor indudablemente diferente.

mmorales@eluniversal.com
Mirelis Morales TovarEL UNIVERSAL